COVID-19 Perú: ¿Limitaciones? ¿Falta de gobernanza? ¿Desigualdad estructural?
La pandemia de COVID-19 tuvo un impacto significativo en el Perú, desde su inicio en marzo del 2020, donde comenzaron los esfuerzos del gobierno por contener el avance de la pandemia, que ya venía cobrando un considerable número de vidas en otros países.
El primer caso confirmado de COVID-19 en el Perú se anunció el 6 de marzo de 2020. El paciente, un hombre de 25 años que había viajado a España, fue diagnosticado con la enfermedad después de presentar síntomas y someterse a una prueba. Desde entonces, la pandemia no se detuvo y cada día se incrementaban los casos por contagio y las muertes relacionadas con la enfermedad, por la falta de infraestructura, acceso, equipos y personal sanitario, lo cual nos convirtió en uno de los países más afectados de la región.
Si bien la respuesta del gobierno buscó implementar medidas para frenar la propagación del virus, donde se incluyeron disposiciones como el cierre de fronteras, el toque de queda, la cuarentena y la prohibición de reuniones, los esfuerzos realizados no mitigaron el despliegue del virus, dado que se tuvo limitaciones en la implementación de la respuesta y debilidad en la coordinación, lo cual agudizó las desigualdades sociales y económicas existentes en el país, especialmente en las poblaciones más vulnerables.
Los ciudadanos buscaron diversas respuestas y formas de subsistencia. En las regiones medidas solidarias también, teniendo en cuenta que disposiciones como la cuarentena obligatoria impedía a la población más vulnerable realizar actividades laborales del día a día.
La atención a la pandemia no solo encontró dificultades por la rápida expansión del virus; la continua crisis política de los poderes del Estado, con la disolución del congreso y una posterior vacancia presidencial repercutió en la gestión de la pandemia.
La principal salida a la pandemia fue la adquisición de vacunas e implementación del proceso de vacunación, lo cual se convirtió en un desafío.
La desinformación y desconfianza sobre la eficacia de las vacunas exigió diversas campañas y estrategias de comunicación. El personal de salud se convirtió en el mejor difusor al llegar a las comunidades más remotas llevando la vacuna, la esperanza.
Es así como se logró inmunizar a gran porcentaje de la población. Se debe mencionar que en el primer año de este proceso, la población acudía masivamente. En el segundo año, se observa relajamiento, convirtiendo la vacunación por la COVID en un reto más del sistema de salud, dado que es una enfermedad que seguirá conviviendo con la humanidad.
La pandemia puso de manifiesto la necesidad de abordar las desigualdades estructurales del país. Si bien hubo desafíos significativos, también existieron oportunidades para la innovación y la solidaridad, tal como lo demostró la ciudad de Iquitos (Región Loreto), donde la Iglesia y la ciudadanía se movilizaron para contar con plantas de oxígeno.
El impacto de la pandemia ya lo estamos viviendo. Estos tres años difíciles deben darnos la perspectiva de construir una nueva visión del país, de la salud y la vida. Por ello, dialogar y hacer un balance de lo ocurrido, se convierte en una oportunidad.
Los esperamos.